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UN ARCOIRIS EN LA SEXUALIDAD





En la sexualidad de parejas estables y comprometidas —casadas o no, heterosexuales u homosexuales, cohabitando o no— existe una paradoja inherente: para preservar las oportunidades de sexo lujurioso y apasionado, las parejas más exitosas a largo plazo deben desarrollar la capacidad de disfrutar del ‘sexo cálido’.[1] Se trata de encuentros sexuales afectuosos, suaves, seguros y tranquilos. Se busca acceder a un arcoíris de experiencias en la sexualidad: del rojo al rosa, azul, amarillo, inclusive al gris. Y desde allí, quizá nuevamente al rojo.


Morin señala que el sexo cálido puede incluir estimulación genital, pero que sus objetivos no son una excitación intensa o el orgasmo. No requiere de cuerpos sudorosos que rezuman con la excitación, narinas crecidas a causa de la respiración agitada o pertrechos sofisticados y complicados. La meta es más bien la conexión, el goce, el encuentro y la resonancia. Se logra mediante la apertura, la creación de alternativas y la renuncia al perfeccionismo.


El trasiego del día a día que viven las parejas atendiendo múltiples responsabilidades laborales, domesticas o paternales, a veces, hace que la sexualidad quede arrinconada. La importancia del sexo cálido aumenta especialmente en periodos donde el deseo es bajo o ausente, pues permite que las parejas mantengan el vínculo físico y que puedan seguir percibiéndose de manera sexual. En mi experiencia, las parejas que dejan de tener sexo durante largos periodos de su relación, difícilmente recuperan su conexión sexual.


Algunas personas evitan el sexo cálido, pues lo consideran aburrido y sin chiste. Otras creen que la sexualidad incluye forzosamente un intercambio genital, convirtiendo el sexo cálido en una amenaza, ya que este tipo de encuentros no siempre terminan en coito. Para algunos hombres es especialmente difícil, cuando la energía sexual del sexo cálido es insuficiente para producir o mantener una erección. Desafortunadamente para algunos hombres, la firmeza del pene es el indicador de que las cosas van bien. ¡Una idea muy arraigada y nociva! Hay muchas actividades sexuales que se pueden llevar a cabo, sin necesidad de una erección.


Considera la propuesta de ‘sexo lento’ de Richardson[2], donde en vez de intentar alcanzar rápidamente el clímax, la autora recomienda dar un paso hacia atrás, ser testigo de la experiencia en general y saborear el momento. En otras palabras, dejar de perseguir el sexo caliente, para disfrutar la lentitud, la relajación, la seguridad.

Joan Price[3] reconoce los retos que enfrentan los adultos mayores en sus relaciones sexuales: problemas eréctiles, sequedad en la vagina y dificultad de permanecer en diferentes posiciones. Aun así, piensa que puede ser una época de florecimiento sexual. Para ello recomienda una comunicación abierta y respetuosa acerca de preferencias y necesidades sexuales actualizadas y una resignificación de la sexualidad, abarcando un amplio bagaje de prácticas y juguetes sexuales. De esta manera, propone una extensa coloración en la experiencia sexual: el rojo pasional, el rosa afectuoso, el verde relajado, el azul seguro, el amarillo lúdico o el gris maduro.


Resumiendo, el sexo cálido y el sexo lento mantienen el campo del juego erótico. Son cruciales para que las parejas a largo plazo, sigan viendo la sexualidad como prioridad. Las creencias y prácticas que devalúan o desechan el sexo afectuoso, cálido y lento son perniciosas para la vida sexual de las parejas que desean conservar una vida sexual vibrante a largo plazo.



Referencias [1] Morin, P. D. J. (1995) The Erotic Mind (p. 337). HarperCollins. Edición de Kindle. [2] Richardson, D. (2011). Slow sex: The path to fulfilling and sustainable sexuality. Rochester: Destiny Books. Edición de Kindle. [3] Price, J. (2011). Naked at our age: Talking out loud about senior sex. Seal Press. Edición de Kindle.

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