BIOLOGÌA
A menudo las parejas me exponen sus pleitos que se prolongan hasta altas horas de la noche: quejas, ofensivas y defensas; argumentos y contraargumentos; expresiones irónicas y groserías. Es frecuente, que al final, abandonen el campo de batalla sin resoluciones. Conflictos que se deben a la inevitable diferencia en perspectivas, valores y metas; a la percepción de inequidad en derechos y obligaciones; y a las vulnerabilidades y estrategias de supervivencia originadas en el pasado.
Además se agregan factores biológicos como las hormonas, como el cortisol y la adrenalina que participan en nuestras respuestas de lucha/huida/inmovilización. Pero también me refiero a los cambios que sufren algunas mujeres durante unos días de cada ciclo y en la menopausia. Aunque a veces parece un factor relevante, es un tema delicado en la terapia, pues puede llevar a que el hombre se trate de liberar de toda responsabilidad y que la mujer sienta descalificadas sus demandas. Por otra parte, dejar a un lado, el efecto de lo hormonal solamente deja a la pareja expuesta a una problemática no atendida.
El tema hormonal me hace remembrar mi propia experiencia marital: los problemas que se agudizaban mensualmente, pero donde recibir insinuaciones de que solo se trataba de una exageración hormonal, empeoraba significativamente las cosas. Esta sensibilidad e irritación creció desmedidamente durante la menopausia.
Por eso, cuando toco el tema de las hormonas descontroladas de la mujer en terapia lo hago cuidadosamente. Seriamente explico la importancia del tema y mi comprensión hacia cada uno de ellos. Y termino diciendo: “Antes, a mí también me pasaba. Por eso, ahora después de la menopausia soy feliz, ¡soy como hombre!, ¡nunca lloro! ¡Nunca había sido tan estable y equilbrada!”.
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